Las grandes cadenas saneadas económicamente siguen abriendo nuevos locales, inventan nuevos conceptos e incluso prueban otros mercados, ¿invierten en hoy? Ya saben que invierten en mañana, pero no se dejan abrumar, van más allá del presente, hacen un análisis mucho más práctico e inteligente que la simple lectura económica, se centran en la clientela; la clave de la supervivencia y consecuentemente mejoran.
Hemos de ser conscientes de que el propietario de un restaurante o de una mediana o pequeña empresa no tiene ni los mismos medios ni el mismo poder económico, pero sí puede adoptar la misma actitud de supervivencia que es la que conduce hacia la oportunidad de mejorar.
La presión de nuestro estilo de vida, en ocasiones, nos ha impuesto una filosofía errónea "más vale hacerlo, aunque sea mal, que no hacerlo" que demasiado tiempo ha influido en nuestro comportamiento, y en ocasiones, haciendo gala de ella, nos ha servido como útil argumento para no perder en facturación. Pues bien, ahora se nos brinda la oportunidad de mejorar. Podemos hacer las cosas de otro modo, ahora podemos hacerlo y hacerlo bien. Inventemos, pongamos a prueba aquella idea que en el pasado no tuvimos coraje, por miedo a perder dinero.
Miremos el presente y el futuro más próximo como una inversión a largo plazo, como un periodo de formación; emprender un obligado estudio de las necesidades de la clientela: de lo que busca, de lo que quiere, atender hasta la última exigencia.
Considerando que el cliente vive y sufre el mismo panorama que nosotros y, que a su vez, hace una inversión cuando visita nuestro local; bien sea en tiempo, en bienestar, en experiencia o en todo a la vez y es muy posible que dadas las circunstancias sea mucho más exigente aunque pague menos.
Por lo tanto, invirtamos nuestro tiempo y esfuerzo en la profesionalización: hagamos empresa. Consigamos la supremacía en nuestros negocios mirando hacia el final como objetivo y llegado el momento plantarnos como grandes profesionales ante una clientela más boyante. Porque es época de siembra, y si la siembra es buena, recogeremos buenos frutos.
El turismo se perfila como una vía natural para el desarrollo de las zonas rurales, sobre todo de las más desfavorecidas. Las razones del interés que suscita el turismo rural hay que buscarlas tanto del lado de la oferta como del de la demanda.
Del lado de la oferta. Las comunidades rurales han tomado conciencia progresivamente de que su desarrollo no será exógeno y que deben movilizar los recursos locales, mediante la implementación de actividades económicas que puedan ser competitivas.
Del conjunto de actividades potenciales, el turismo rural reúne una serie de ventajas que hacen de él, en muchos casos, el incentivo posible del desarrollo local. Esta ventaja estratégica no deja de entrañar ciertos peligros para el desarrollo del proceso; de ahí la importancia, no solo de una planificación cuidadosa de la oferta turística en cada caso específico, sino también del apropiado servicio final que recibe el visitante.
Del lado de la demanda. El notable incremento, en el transcurso de las últimas décadas, de la demanda de actividades de ocio y gastronómicas en el medio rural por parte del habitante urbano, ha sido el elemento catalizador de la variedad de la oferta turística surgida a nivel local. En el caso del turismo de gastronomía la demanda se decanta por la posibilidad de probar platos inusuales en su entorno habitual, platos locales. En cuanto al servicio si que exige la mayor calidad tanto en el propio personal que lo presta como en las condiciones del local donde se presta.
La mejora, la racionalización, la tradición y la materia prima de la zona suponen una posibilidad de diferenciación turística.